¿Qué es lo que no te gusta comer? Carne, respondí al doctor,
después de que vio mis estudios de sangre. Resulta que mis niveles de
hemoglobina, eritrocitos y hematocrito están al límite de lo normal, a punto de
pasar al nivel bajo. Así que, entre otras acciones, debo comer comida rica en
hierro.
Sin ser vegetariana o regañar a los demás por lo que comen,
nunca he hecho dietas o comido suplementos o licuados para crear músculo o esas
cosas de la era posmoderna. Tampoco soy de esos fanáticos que sólo comen de su
huerto y cosas orgánicas y biológicas y no sé cuál es el adjetivo de moda.
Tan sólo no como mucha carne. No es mi hit. Siempre que la
como, tengo que reposar como vaca o puerco, dependiendo qué tipo de carne haya
comido.
Vaquitas pastando en Peak District.
Ahora, imaginen que digo esto cuando visito a mi familia en
Tamaulipas y Texas. Obvio, todos me voltean a ver como LA especial, la city
girl y la chica vegetariana que viene de la
ciudad.
Además, allá no comen carne congelada y empaquetada del
supermercado, que sólo sabes qué vas a comer por la etiqueta sobre el plástico
que dice: puerco, res, pavo o pollo. No, no, no, allá casi hay una relación
sentimental con el animal. Saben su valor, vivo o muerto. Lo respetan, y sí, lo
comen mucho. La carne, y saber de carne, es elemental.
En Tamaulipas, parece que todos conocen las partes más ricas
de la res. En Texas, la carne siempre era la estrella en las parrilladas que
hacíamos.
Un fin de semana en Mánchester, fuimos a Peak District. Cuando
llegó la hora de comer, todos pidieron especialidades del country side, o sea, cordero, roast beef o pays de carne. Me vieron rarísimo cuando dije: lasaña, por favor. (La pedí porque era el
platillo que menos carne contenía).
Así que en este punto carnívoro, no soy la mejor norteña. He
defraudado un poco a mis parientes. Pero ahora que el doctor la recetó una vez
a la semana, tengo oportunidad de demostrarles que yo también puedo comer
carne, y cocinarla.
Los borregos dicen: save the humans.
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