domingo, 28 de febrero de 2016

En busca de Alexander Supertramp I

Estábamos en mi carro, todavía era la época del Sentra gris del 97, yo de piloto, él de copiloto. Mientras llegaba la hora de entrar al trabajo para mí y el inicio de clases para él, esperábamos en el estacionamiento. Era uno grande, 5 niveles y una azotea, ahí nos gustaba estar, veíamos el cielo y, como no había otros coches, el silencio nos permitía escuchar sólo nuestras voces.


Él tenía el turno matutino en la redacción del periódico, yo el vespertino. Yo iba a clases en la mañana, él en la tarde. Los minutos después de comer representaban nuestro momento para platicar durante el día (todo lo demás, nos pasaba en la noche). Fue durante una de esas precipitadas pláticas, que un día R me preguntó: ¿has visto Into the Wild?

Nunca he sido gran adepta al cine. Me gusta que me cuenten historias y mi predilección son las historias escritas, orales o, si acaso, estáticas (como las fotografías). Disfruto las del cine, pero es más difícil que me sorprendan.

No, no había visto Into the Wild. Como la buena persona que es, R sólo me contó la premisa: un chico que deja todas sus posesiones y familia para vivir en la naturaleza. Por supuesto que me intrigó un poco.

Jaumave, Tamaulipas.

No vi la película hasta años después. R y yo ya no estábamos juntos, aunque nos frecuentábamos de vez en cuando. Ver cómo una persona se despojaba de sus pertenencias y lo que parecía un futuro prometedor en la universidad sin decirle a sus padres causó un gran impacto en mí. Me conmovió.

Sumergida en una vida que podría llamar privilegiada, casi sin conocer la negación a un deseo por un objeto, me sorprendió que una persona pudiera ver lo simple de la naturaleza y sentirse feliz al saberlo. No me deshice de mis cosas ni me fui a vivir al bosque, pero sí me di cuenta que no necesito tantas cosas para vivir y empecé a ver la naturaleza sin esfuerzo.

Miquihuana, Tamaulipas.

En poco tiempo, y después de varias veces de ser vista, se convirtió en mi película favorita y Alexander Supertramp en una especie de héroe, tal vez hasta modelo a seguir. Me ayudó a salir del sueño dogmático (así como Hume sacó a Kant) de este modelo socioeconómico o al menos a no considerar sus laberintos como caminos a la felicidad, ni el deseo de tener más o hacer más como signo de éxito.

Al investigar sobre la historia verdadera, encontré que fue un periodista quien recuperó su historia. Por una pequeña nota sobre Christopher McCandless, Jon Krakauer se preguntó qué llevaría a un joven a ir al Norte, a vivir en Alaska. Empezó a excavar para encontrar la respuesta y compartirla. Después de pedir un favor, conseguí el libro.

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